Al acabar la carrera trabajé algunos años en una gran constructora. Allí acumulé muchas experiencias y conocimientos sobre el mundo de la construcción (“mundo de la obra”), pero a pesar de ello no me sentía realizado. Tenía la sensación de que estaba perdiendo los mejores años de mi vida trabajando en algo que no me satisfacía plenamente. Los interminables horarios laborales me impedían tener cualquier tipo de vida social. Asimismo, era raro el año que podía disfrutar de mis vacaciones ya que nunca era buen momento para cogerlas (entraban en la obra los del yeso, los del cara vista, etc.).
Los contratos se realizaban por obra, de manera que siempre sentía la presión de “si lo estaré haciendo lo suficientemente bien en esta obra, de si me renovarán para la siguiente”.
A lo anterior hay que añadir que la constructora se adjudicaba las obras presentando ofertas “a la baja”, y era a ti, el técnico de “a pie”, al que le tocaba pelearse con las subcontratas para poder dar la vuelta a la cuenta de resultados y que finalmente saliera un número positivo en el balance final. Esta situación generaba un ambiente de trabajo de tensión continua, tanto con tus superiores que apretaban para que consiguieras beneficio al final de la obra, como con las personas que estaban a tu cargo y con las subcontratas. Y en el medio de este fuego cruzado, estabas tú, solo.
Notaba que mi vida laboral se estaba comiendo las restantes parcelas de mi vida. Necesitaba un cambio, pero no tenía fuerzas ni tiempo para pararme, levantar la cabeza y reflexionar sobre cómo me estaba yendo. Necesitaba un cambio, pero no me atrevía a hacerlo. Al fin y al cabo, era un afortunado por trabajar “en una empresa puntera y con grandes posibilidades de promoción”, según me recordaba mi entorno.
El hecho que hizo saltar la chispa de querer cambiar y buscar un trabajo diferente fue cuando, al final de una de esas interminables jornadas de trabajo, mi jefe -que tenía 15 años más que yo- se echó a llorar diciendo: “Otro día más sin ver a mis hijos”. Y ahí fue cuando se produjo el punto de inflexión.
En aquella época yo no tenía hijos, pero desde ese mismo momento tuve claro que no quería que mi vida fuera como la de aquel hombre.
Durante la carrera me habían orientado a trabajar en una constructora, en una promotora, en una tasadora, en algo relacionado con la seguridad y salud o como dirección facultativa, pero jamás me hablaron de la posibilidad de trabajar como funcionario público. Tampoco vengo de una familia en que algún miembro sea funcionario. No tenía ninguna referencia sobre el trabajo en la Administración Pública. No sabía lo que era una licencia, una orden de ejecución o en qué consistía la gestión urbanística. Pero ya tenía claro que quería encontrar un trabajo que me permitiera trabajar y a la vez disfrutar de tiempo libre a diario.
Así que me decidí a opositar
El proceso hasta conseguir la plaza requirió de constancia, regularidad en el estudio y determinación. No requiere de otras capacidades extraordinarias. Me pondré a mí mismo de ejemplo. He sido siempre un estudiante normal. Terminé la carrera -cuando la cursé constaba de tres cursos más el proyecto fin de carrera- en 5 años y medio. Resultado nada fuera de lo común, nada brillante.
La única academia que preparaba la oposición era “algo dejada” y en ocasiones tuve que emplear numerosas horas para complementar la documentación que nos entregaban y, de esta manera, alcanzar un nivel de preparación adecuado para poder ser competitivo y tener posibilidades de aprobar.
Esto me llevó a tomar dos determinaciones. La primera: que una vez aprobada la oposición cogería experiencia profesional en el Ayuntamiento de Madrid durante unos años. La segunda: con esta experiencia me dedicaría a ayudar a que otros opositores recorrieran el camino que yo recorrí, de una manera más sencilla y centrada que la mía, facilitándoles el camino, poniendo a su disposición la mejor preparación posible.
Si eres arquitecto/a técnico/a (ingeniero/a de la edificación), te has visto identificado con mi historia y quieres salir de la rueda de los horarios interminables, la inestabilidad en el trabajo y la excesiva presión laboral, mi equipo y yo nos comprometemos a ayudarte en este proceso, a llevarte de la mano hasta conseguir estos objetivos.
Es tu momento para comenzar a disfrutar de una mayor calidad de vida que te permita disponer de tiempo libre a diario, para no volver a preocuparte por la estabilidad laboral, para disminuir notablemente la presión en el trabajo, con un sueldo considerable (puedes ver lo que gana un arquitecto técnico del Ayuntamiento de Madrid aquí) y un desempeño profesional variado, especializado y técnico (puedes ver las funciones en este artículo, en el apartado «Desarrollo profesional»).
A lo largo de estos 12 años que llevamos preparando opositores son muchas las personas a las que hemos ayudado y que han logrado cambiar su vida. Puedes leer algunos de sus testimonios aquí.